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sólo con la pasión de lo justo se inflaman.

¡Prohibición de hablar! Los puños aplastan los labios que aguijoneán la verdad; se aguijonean las muchedumbres para que hagan enmudece: a los aislados. Nunca se ha organizado una tan monstruosa opresión para utilizarla contra 1la discusión libre. Y el vergonzoso terror reina, los más valientes se tornan cobardes, nadie osa decir una palabra de lo que piensa por miedo de, ser denunciado como un vendido al traidor. Los pocos periódicos que han permanecido honrados se, han humilado, y han concluido por enloquecer a sus lectores con necias historias. Ningún pueblo creo que haya atravesado horas de más turbu'encia, más amenazados y de mayor angustia para su razón y su dignidad.

En estas circunstancias, verdaderamente se han venido 'abajo toda la lealtad y el pasado de M. Scheurer-Kestner. Si todavía cree en la bondad y en la equidad de los hombres, pone un sólido optimismo. Se le arrastra diariamente, hace tres semanas por el lodo, por haber supeditado los honores y la alegría de su vejez 'al espíritu de justicia. No hay angustia más dolorosa que la de este hombre que sufre el martirio por su honor. En él asesinan la fe del porvenir, se envenena sư esperanza, y si muere, dirá: «Todo acabó, no hay