blo, sumiso a la autoridad de uno solo, y obligado a devorar su fiebre y su impaciencia con la boca amordazada ante las denegaciones de la justicia. El ha visto nuestros dei .
fectos, y, con el corazón brotando sangre, ha conocido las causas, debidas todas a la ceguera, 'a la imbecilidad despótica. Luego ha sido de los que han trabajado más acertada y más ardientemente, para levantar el país de sus escombros y devolverle el lugar que le correspondía, en Europa. Procede de los tiempos heroicos de nuestra Francia republicana, y me imagino que se puede considerar autor de una obra sólida y grande, arruinando para siempre el despotismo y conquistando la libertad, sobre todo esa libertad que yo concibo, la libertad humana, que permite, a cada conciencia afirmar su deber en medio de la tolerancia de otras opiniones.
¡Oh, sí! Todo ha sido conquistado; pero todo está por tierra una vez más. Todo son ruínas; ruínas en su aima; ruínas por doquier.
Haber sico arrastrado por la necesidad de verdad, es un crimen; haber querido la' justicia un crimen. El espantoso despotismo ha vueito; la más dura de las mordazas está de nuevo sobre las bocas. Y no es el pie de un César lo que aplasta la conciencia pública; es toda una Cámara la que afrenta a los que es