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patria 'amenazada, la Francia entregada al enemigo vencedor por un grupo de traidores.

Solamente me pregunto: ¿ dónde se encontrará la 'clara intuición de las cosas, la sensación instintiva de lo que es verdad, de lo que es justo, sino en muchachos que' nacen a la' vida pública, los que nada debe aún obscurecer la razón esas almas jóvenes, en esos en sana ty recta? ¿ Que 'os hombres políticos corrompidos por los años de intriga; que los periodistas des+ equilibrados por los compromisos de su oficio, puedan aceptar las más impúdicas mentiras, cerrar los ojos a evidentes claridades, se explica, se comprende. Pero ¿ es posible que la juventud se haya gangrenado hasta tal punto que su pureza y su candor natural no se subleven y aparezcan de pronto, en medio de inaceptables errores, aclamando de una vez lo que es evidente, lo que es claro como la luz del mediodía ? No hay historia más sencilla. Un oficial ha sido. condenado, y a nadie se le ocurre sospechar de la buena fe de sus jueces. Le han condenado, con arreglo a su conciencia, y basándose en pruebas que han creido ciertas.

Pero luego sucede que un hombre o muchos hombres dudan y acaban por convencerse de que uno de los documentos, el más importante,