quien se trata de salvar haciéndose pasar por inocente. Hace dos meses que no perdemos de vista esta interesante labor. Y abrevio porque sólo quise hacer el resúmen a grandes rasgos, de la historia cuyas ardientes páginas, un día serán escritas con toda extensión. Hemos visto al general Pellieux, primero, y al comandante Ravary, más tarde, hacer una información infame, de la cual han de salir transfigurados los bribones y perdidas las gentes honradas.
Después se ha convocado el Consejo de guerra.
¿Cómo se pudo suponer que un Consejo de guerra deshiciese lo que había hecho un Consejo de guerra?
Aparte de la fácil elección de los jueces, la elevada idea de disciplina que llevan esos militares en el espíritu, bastaría para debilitar su rectitud. Quien dice disciplina dice obediencia. Cuando el ministro de la Guerra, jefe supremo, ha declarado públicamente y entre las aclamaciones de la representación nacional, la inviolabilidad de la cosa juzgada, ¿queréis que