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Clam, que ha imaginado y conducido todas las maquinaciones, descubriendo su presencia en los procedimientos descabellados. Después, los generales Boisdeffre, Gouse y Billot, obligados a defender al comandante, puesto que no pueden consentir que se pruebe la inocencia de Dreyfus cuando este acto había de lanzar forzosamente sobre las oficinas de la Guerra el desprecio del público. Y el resultado de esta situación prodigiosa es que un hombre intachable, Picquart, el único entre todos que ha cumplido con su deber, será la víctima escarnecida y castigada. ¡Oh justicia! ¡qué triste desconsuelo embarga el corazón! Picquart es la víctima; se le acusa de falsario y se dice que fabricó la carta telegrama para perder á Esterhazy. Pero ¡Dios mío! ¿por qué motivo? ¿con qué objeto? Que indiquen una causa, una sola. ¿Estará pagado por los judíos? Precisamente Picquart es un apasionado antisemita. Verdaderamente asistimos a un espectáculo infame; para proclamar la inocencia de los hombres cubiertos de vicios, deudas y crímenes, acusan a un hombre de vida ejemplar. Cuando un pueblo desciende a esas infamias, está próximo a corromperse y aniquilarse.

A esto se reduce, señor Presidente de la República, el asunto Esterhazy, un culpable a