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darse a muchas cosas. Pero en el fondo de todo esto no hay más que el comandante Paty de Clam, que a todos los mueve y hasta los hipnotiza porque se ocupa también de ciencias ocultas, y conversa con los espíritus. Parecen inverosímiles las pruebas a que se ha sometido al desdichado Dreyfus, los lazos en que se ha querido hacerle caer, las investigaciones desatinadas, las combinaciones monstruosas... ¡Qué denuncia tan cruel!

¡Ah! por lo que respecta a esa primera parte es una pesadilla insufrible, para quien está al corriente de sus verdaderos detalles. El comandante Paty de Clam prende a Dreyfus y lo incomunica. Corre después en busca de la señora Dreyfus y la infunde terror, previniéndola que si habla, su esposo está perdido. Entretanto el desdichado se desgarra las carnes y proclama con alaridos su inocencia, mientras la instrucción del proceso se hace como en una crónica del siglo xv, en el misterio, con una terrible complicación de expedientes, todo basädo en una sospecha infantil, en la nota sospechosa, imbécil, que no era solamente una traición vulgar, era también un engaño estúpido, porque los famosos secretos vendidos, eran tan inútiles que apenas tenían valor.

Si yo insisto es porque veo en ello el gérmen de donde saldrá más adelante el verdadero