Ante todo, debo declarar ingenuamente que estoy desconsolado de ver a Courbet mezclado en este asunto.
Yo habría querido que Proudhon escogiese como ejemplo otro artista, algún pintor sin talento 'alguno. Os aseguro que el publicista, con su falta absoluta de sentido artístico, habría podido elogiar tan resueltamente a un ínfimo 'amasador de yeso, un peán de albañil trabajando para el mayor provecho del perfeccionamiento de la especie. El quiere un moralista en pintura, y parece importarle poco que su moralista moralice con un pincel o con una escoba. Entonces me habría sido permi- țido, después de haber rechazado la escuela futura, rechazar igualmente al jefe de la escuela. No puedo, Es preciso que distinga entre las ideas de Proudhon y el artista al cual aplica sus ideas.
Por otra parte, el filósofo ha disfrazado de tal modo a Couirbet, que me bastará para no tener que rectificar mi juicio admirando al pintor, decir en voz alta que me inclino no ante el Courbet humanitario de Proudhon, Bino ante el pujante maestro que nos ha dado 'algunas hermosas y verdaderas págfnas.
El Courbet de Proudhon es un hombre singula'r, que s esirve del pincel como un maestro de aldea se sirve de su palmeta. El más