--- En una palabra, soy diametralmente opuesto a Proudhon: él quiere que el arte sea producio de la nación, yo exijo que sca producto del individuo.
Por lo demás, es franco. «¿ Qué es un gran hombre?-pregunta.-- Hay grandes hombres? ¿ Se puede admitir, en los principios de la Revolución francesa y en una república fundada sobre el derecho de! hombre, que los haya?»
Estas palabras son graves, por ridícu'as que parezcan. Vosotros, los que soñais libertad, no nos dejareis la libertad de la inteligencia? Dice más lejos, en una nota: «Diez mil ciudadanos que han aprendido el dibujo forman una potencia de colectividad artística, una fuerza de idcas, una energía de ideal muy superior a la de un individuo, y que, encontrando un día su expresión, aventajará la obra maestra.» Es por lo que, según Proudhon, la Edad media, en materia de arte, ha aventajado al Renacimiento. No ex:stiendo los grandes homb'res, el gran hombre es la multitud. Os confieso que no sé ya lo que se quiere de mí, artista, y que prefiero hacer zapatos. En fin, el publicista, cansado de rodeos, suelta todo su pensamiento, y exclama: «Pluguiera a Dios que Lutero hubiesej exterminado a los Rafael, a los Miguel Angel y a todos sus émulos, a todos esos ornamentistas de palacios y de igle-