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á una vida arreglada. El pueblo que ve en sueños, es un pueblo que saca su tranquilidad del silencio del corazón y de las pasiones; ese pueblo de obrero no vive más que de justicia.

En toda su obra ha trabajado Proudhon para el nacimiento de ese pueblo. De día y de noche debía pensar en combinar los diversos elementos humanos, de manera de establecer sólidamente la sociedad que soñaba.

Quería que cada clase, cada trabajador, entrase por su parte en la obra común, y ordenaba las inteligencias, reglamentaba las facultades, deseoso de no perder nada y temiendo al propio tiempo introducir algún fermenfo de discordia.

Le veo a la puerta de su ciudad futura, inspeccionando a todo hombre que se presenta, sondeando su cuerpo y su inteligencia, marcándole luego y dándole un número por nombre, una tarea por vida y por esperanza. E! hombre no es más que un ínfimo peón de albañil.

Un día, se presentó en la puerta la banda de artistas. Hete aquí a Proudhon perplejoi Quiénes son esos hombres? ¿ Para qué sirven? ¿Qué diablos se les puede encomendar que hagan? Proudhon no' se atreve a rechazarles lisa y llanamente, porque, después de todo, no desdeña ninguna fuerza, y espera, con