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Elogio de Leonardo
 

de la ascensión. Véanlo cómo al filo de la pluma, menos resistente por sí solo que una hebra de seda, corta el ímpetu titánico, dispersándolo en fugas vertiginosas; cómo por la doble ondulación de su superficie trasciende uno a imaginar el espacio no euclidiano en que se libertan las paralelas; cómo, en una breve guiñada, toma y gobierna el viento, que así dominado, no sabe ya sino bramar... Y todavía, con el orden de la pluma, que parece numerar un ritmo, en aquel bramido va suspirando la música. Ya quedó abajo el huracán, ya pasaron con sus cumbres aplanadas y sus aguas azules en que parecía acostarse el cielo, grandes retazos de mundo. El ave altanera reposa en la inmensidad, nivelando con su vuelo la ya divina calma desvanecida en luz, desbaratando en chisporroteo de agujas el

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