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Leopoldo Lugones

y aquel buen amor de la vida prepáralo a la dulce conformidad de la muerte. La frase con que lo dice parece tomada de Marco Aurelio:

«Así como tras un día bien empleado es grato dormir, la vida bien usada lleva a morir contento».

Su trance, para decirlo como los teólogos, fué una dormición. Falleció en brazos de amigo, si no de rey, como lo narra la incierta crónica. Pues Francisco I admirábalo bastante para haber corrido a ofrecerle de apoyo final su pecho caballeresco. Ya le había dado el respeto de la gloria; la influencia que aquella corte sufrió hasta en la moda, ocupación celosísima de los palaciegos; la regia pensión equivalente a treinta y cinco mil liras anuales, que ningún pueblo soberano le habría puesto, ya que no basta poseer la soberanía para

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