el espíritu libre, y por lo tanto universal, la patria es un cariño, pero no un límite. La cultura comunicativa posee el encanto inevitable de la luz, para sustraerse al cual no hay otro método que arrancarse los ojos. Entonces resulta que por eludir el dominio de la luz, adoptamos la esclavitud de la sombra.
Aquel don de universalidad fué la grande aspiración del Renacimiento. Pero esta resurrección pagana no podía concebirlo de igual modo que el cristianismo medioeval al cual Leonardo históricamente pertenecía. La universalidad cristiana o catolicismo, definíase por la sumisión a un mismo dogma irracional o absurdo, según la propia razón teológica: credo, quia absurdum, y por la resignación de los humanos dolores en el consuelo supra terrenal del amor divino. El