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II
Ed uno al cui passar l'erba floriva.
(Petrarca. Trionfo della Fama, III).
Ningún espectáculo tan intelectual como el vuelo, y ninguno, por lo mismo, que cuadre mejor a la inteligente energía de Italia. Por eso, al definir con él el alma del divino, había prefigurado también la italianidad.
Ponga usted, en efecto, límites a esas alas; tráceles fronteras inviolables: con la serena arrogancia que es su modo natural de ser, ellas inscribirán desde la altura el área terrestre en el campo de su vuelo. Para
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