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volviéndose a "Marino Hermanos"—. Tengo los justos para el servicio. Nada más que los justos. ¡Esto es una broma! Porque los mismos gendarmes se hacen los rengos. No quieren secundarme. Son unos borrachos. Unos haraganes. Con tal de que me traigan los conscriptos, les he prometido ascenderlos y premiarlos, y les he dado su pisco, su coca, sus cigarros y, en fin, les he autorizado a que hagan lo que quieran con los indios. ¡Látigo o sable, no me importa! A mí lo que me importa es que me traigan gente, sin pararse en mientes ni en contemplaciones...

Luna tomó una expresión de crueldad calofriante. El ordenanza Anticona volvió a saludar y se retiró con la venia del subprefecto. Este se paseaba, pensativo y ceñudo, y "Marino Hermanos" estaban de pie, muy preocupados.

—¿A qué hora volverán los gendarmes con los conscriptos?— preguntó José a la autoridad.

—Supongo que en la tarde, a eso de las cuatro o cinco.

—Bueno. Entonces los gendarmes puede ir con nosotros por los peones, en la noche, entre ocho y nueve por ejemplo.

—Allí veremos. Porque como se han levantado tan temprano, los gendarmes van a querer descansar esta noche.

—¿Entonces? —dijo José contrariado—. Porque la "Mining Society" nos exige...

—De otra manera —agregó Mateo—, si no se nos proporciona los gendarmes que necesitamos, nos será completamente imposible cumplir con la empresa.

Porque en el Perú, y particularmente en la sierra, a los obreros les hacen cumplir los patrones sus contratos civiles, valiéndose de la Policía. La deuda del obrero es coercible por la fuerza armada, como si se tratara de un delito.