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nos Marino eran originarios de Moliendo. Hacía unos doce años que fueron a establecerse a la sierra, empezando a trabajar en Colca, en una tienducha, situada en la calle del Comercio, donde ambos vivían y vendían unos cuantos artículos de primera necesidad: azúcar, jabón, fósforos, kerosene, sal, ají, chancaca, arroz, velas, fideos, té, chocolate y ron. ¿Con qué dinero empezaron a trabajar? Nadie, en verdad, lo sabía a ciencia cierta. Se decía solamente que en Moliendo trabajaron como cargadores en la estación del ferrocarril y que allí reunieron cuatrocientos soles, que fue todo el capital que llevaron a la sierra. ¿Cómo y cuándo pasaron de la conducta o contextura moral de proletarios, a la de comerciantes o burgueses? ¿Siguieron acaso siendo —una vez de propietarios de la tienda de Colca—. siendo en los basamentos sociales de su espíritu, los antiguos obreros de Moliendo? Los hermanos Marino saltaron de clase social una noche de junio de 1909. La metamorfosis fue patética. El brinco de la historia fue cruento, coloreado y casi geométrico, a semejanza de ciertos números de fondo de los circos.

Era el santo del alcalde de Colca y los Marino fueron invitados, entre otros personajes, a comer con el alcalde. Era la primera vez que se veían solicitados para alternar con la buena sociedad de Colca. La invitación les cayó tan de lo alto y en forma tan inesperada, que los Marino, en el primer momento, reían en un éxtasis medio animal y dramático, a la vez. Porque era el caso que ni uno ni otro tenía el valor de hacer frente a tamaña empresa. Ni José ni Mateo querían ir al banquete, de vergüenza de sentirse en medio de aristócratas. Sus pulmones proletarios no soportarían un aire semejante. Y tuvieron, a causa de esto, una disputa. José le decía a Mateo que fuese él a la fiesta, y viceversa. Lo de-