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Huanca y el apuntador impresionados por el juramento rencoroso de Benites, se lo quedaron mirando. Esc es! dijo después Huanca a Beni'^ tes ¡Hay que vengarse! ¡Hay que venirarse de» las injusticias de los ricos! ¡Pero que esto no se quede en simples palabras! ¡Hay que hacerlo! El apuntador dijo, por su parte, con rabia. ¡Y yo!. ¡Y yo!. .. A mí me han de pagar lo que hicieron con la Graciela! ¡Ah! ¡Por ¡Gringos, hijos de puta!. éstas!. Los tres hombres estaban caldeados. Una atmósfera dramática, sombría y de conspiración, reinó en el rancho. Leónidas Benites se acercó a la puerta, miró afuera por las rendijas y se

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volvió a los otros.

¡Yo tengo cómo fregar a la "Mining SoMíster Taik no les dijo en voz baja ciety"! Es alemán Yo tengo las pruebas es yanqui. una carta de su padre, escrita de Hannóver! Se le cayó del bolsillo una noche en el bazar, estan-

!

¡

do borracho.

— ¡Muy

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bien!

Muy

—dijo

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¡

a Benites

el

herrero

bien. Lo que importa es que usted esté decidido a ponerse a nuestro lado y a luchar con-

tra los gringos. Hay mil maneras de joderlos !. jLas huelgas, por ejemplo! Ya que usted quiere .

¡

ayudarnos y usted mismo me ha buscado para hablar sobre estas cosas, yo quisiera saber si usted puede o no ayudarme a mover a los peones.

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Tras de un largo silencio de los tres, cargado de una gran tensión nerviosa, Benites, abrumado por las verdades, claras y sencillas, del herrero dijo enérgicamente: ¡Bueno! ¡Yo estoy con los peones! ¡Cuenten conmigo!. ¡La carta de míster Taik está

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a disposición de ustedes!

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