Página:El tungsteno.pdf/106

Esta página ha sido corregida

104

de paz, éste exclamaba un poco borracho ya y muy colorado:

—¡Pero qué indios tan idiotas!

El sargento decía jactancioso:

—¡Ah! ¡Pero yo los he jodido! Apenas vi al herrero saltar a la plaza gritando: "¡Un muerto!" "¡Un muerto!", le di a un viejo que estaba a mi lado un soberbio culatazo en la frente y lo dejé tieso. Después me retiré un poco atrás y empecé a disparar mi rifle sobre la indiada, como una ametralladora: ¡ran!, ¡ran!, ¡ran! ¡Carajo! Yo no sé cuántos cayeron con mis tiros. Pero lo que yo sé es que no vi sino una polvareda de los diablos y vacié toda mi canana . . . ¡Ah! ¡Carajo! ¡Yo me he "comido", solamente, lo menos siete, sin contar los heridos! . . .

—¡Y yo! —exclamó con orgullo el gendarme—. ¡Y yo! ¡Carajo! Yo no les dejé a los indios ni siquiera menearse. Antes que tirasen ni una sola piedra yo me había "comido" ya dos. a boca de jarro, ahí nomás, junto a mí. Uno de ellos fue una india que desde hacía rato me estaba jodiendo con que "¡patroncito, patroncito!" De un culatazo en la panza, la dejé seca . . . El otro se me arrodilló a pedirme perdón y a llorar, pero le quebré las costillas de un solo culatazo.

El juez de paz les oía poseído de un horror que no podía ocultar. Sin embargo, decía entusiasmado a los soldados:

—¡Bien hecho! ¡Bien hecho! ¡Indios brutos! ¡Animales! ¡Lo que debía haber hecho es "tirarse" al cholo Huanca! ¡Qué lástima de haberlo dejado vivo!¡Caramba!

—¡Ah! —juraba el sargento, moviendo las manos—. ¡Ah! ¿Ese? ¡Ya verán ustedes! ¡Ya verán ustedes cómo me lo "como"! ¡Déjenlo a mi cargo! El subprefecto me ha dicho que si