universo, hállase en correspondencia más o menos lejana con todas las partes de este último, como cualquier punto de un organismo con todos los puntos de éste: de modo que la exacta satisfacción de determinadas condiciones racionales, debe corresponder substancialmente a ciertos estados del universo y permitir enunciarlos antes de la comprobación experimental. Pues la certidumbre suministrada por la exacta satisfacción de aquellas condiciones, comporta la revelación de la correspondencia proporcional a que llamamos armonía del universo. Sabemos que esta correspondencia tiene que ser exacta para que constituya la armonía, como sucede en una construcción musical o molecular; con lo que sólo pueden formularla las matemáticas. Ellas resultan, así, la más alta expresión de la razón humana, y constituyen por lo tanto su dignidad suprema. La revelación del universo consiste en el funcionamiento matemático de la razón.
La serie de posiciones en el cóncavo abismal del espacio intuitivo, lejos de engendrar la idea del infinito, constituye una ilusión casi pueril de la impotencia. Fáltame el tiempo para explayar y discutir como me proponía esa idea en que las matemáticas alcanzan la sublimidad. Procuraré tan solo materializar aquella ilusión, recordando un cuento de las "Mil y Una Noches".
El príncipe Diamante (noche 909.ª) encantado por una maga que lo transforma en gamo, halla más bajo un punto del cerco donde aquélla lo aprisiona,