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EL TAMAÑO DEL ESPACIO

tromagnética. Esta dificultad, que es quizá la mayor, pues parece imponer al éter una solidez paradógica, puede resolverse a mi entender, suponiendo que dicho elemento se halla en un estado de altísima tensión, perfectamente compatible, además, con su energía y su inercia eléctrica. La tensión hidráulica puede dar a la vena líquida la rigidez del acero. (Indicación confirmatoria que me hizo el ingeniero don Eduardo Girondo en una conversación sobre dicha hipótesis). Mr. Bloch, en su citado artículo, dice que para conocer "la materia que da su forma al espacio", necesitamos "darnos 16 magnitudes que formen un cuadro simétrico análogo al de las 9 tensiones elásticas en un medio anisotrópico". Y añade como ejemplo la especificación del fluído eléctrico.

El universo no sería, pues, sino un conjunto de volúmenes que se tocan, interfieren o conjugan, hallándose en diversos estados de aglomeración y densidad. El espacio abstracto, que necesitamos para geometrizar, es el pasivo incondicionado que creamos cuando nos conviene, a virtud de una noción inevitable: la de extensión, engendrada por cualquier posición o movimiento. Posición o movimiento son condiciones esenciales para la ideación del espacio. Es imposible idear o concebir el espacio sino por referencia a una de ellas. Tomar una posición o efectuar un movimiento es engendrar espacio. Las tres dimensiones resultan, así, experimentales en él, constituyendo su qué su cómo y su