Conforme a las experiencias y conclusiones que sobre "Las funciones sensoriales de los ciegos" publicó la doctora J. Ioteyko en la Revue Scientifique del 13-20 de octubre 1917, los ciegos de nacimiento, devueltos a la vista, no tienen, durante un tiempo relativamente prolongado, la noción visual de las magnitudes ni de los volúmenes. Ven la esfera como un disco y el cubo como un cuadrado, siendo su estereognosis (apreciación de los volúmenes) puramente tactil. En el ciego de nacimiento, la noción del tiempo suple a la del espacio: el enfermo aprecia la distancia por la duración de su traslación entre dos puntos. La compensación sensorial o suplencia "no existe en el dominio fisiológico. Es de orden psicológico" (Ioteyko, loc. cit): otra verificación de la hipótesis de Condillac.
De aquí dos conclusiones importantes: la noción de la tercera dimensión provendrá originariamente del tacto, y será empírica, no innata, conforme a las anticipaciones filosóficas de Berkeley. A no dudarlo, la herencia de las generaciones que desde tiempo inmemorial adquirieron empíricamente dicha noción, ha de constituir un don rudimentario nativo; pero éste proviene, así, de una acumulación empírica, origen a su vez de la intuición espacial.
La noción de tiempo, substituyendo a la de espacio bajo el imperio de la necesidad, en el caso del ciego nato, confirma la necesidad geométrica de resolver el espacio y el tiempo absolutos de la época newtoniana, en el continuo de cuatro dimensiones.