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LEOPOLDO LUGONES

Así J. Perrin (op. cito pág. 71) cree que se necesitará más de un trillón de átomos de hidrógeno para formar la masa de un milígramo, y que el peso de cada uno de esos átomos es notablemente inferior a un mil millonésimo de mil millonésimo de milígramo. El diámetro del corpúsculo está calculado en un tercio de diez billonésimo de centímetro; y átomos y corpúsculos son todavía instables y secables, pues la experiencia va exigiendo y revelando a la vez nuevas subdivisiones de la materia. Sabemos que el átomo de mercurio puede perder hasta ocho corpúsculos, sin mengua de su individualidad química; pero al mismo tiempo, el núcleo del átomo es inaccesible para nosotros. Ahí, probablemente, empiezan a actuar sobre nuestro mundo las fuerzas de la supra-materia cuya efluencia semejante al humo, para decirlo con grosera comparación, sería el éter. De todos modos, la materia es todavía, aun en el estado etéreo, "prodigiosamente lacunar y discontinua", al decir de Perrin (op . cito pág. 226). Así hemos encontrado el átomo de electricidad que parece ser un constituyente esencial de la materia; pero aquí el peso, que considerábamos atributo esencial de esta última, varía según la naturaleza de los átomos, y no resulta ya de la cantidad, sino de la clase de materia. La expresión peso, viene a significar una situación relativa de fuerzas, y el átomo un centro de estas fuerzas: con lo que vemos desvanecerse otra noción absoluta en el seno mismo de la materia. Recordemos de paso que todo esto lo