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EL TAMAÑO DEL ESPACIO

Por lo general, el cálculo no sirve, precisamente, para establecer o determinar límites. El error de la sensibilidad, que consiste en confundir ilimitación con infinitud, persiste tanto, quizá porque no es reducible al poder de aquel instrumento. Para apreciarlo mejor, agregaremos a las muchas cosas ilimitadas pero no infinitas, que ya dijimos, el calor solar. Es uno de los fenómenos que mejor conocernos; pero somos incapaces de calcular su duración.

La convicción sensible, basada en el empirismo, tiene que ser la menos satisfactoria y la más expuesta al engaño, porque en el dominio de la observación especulamos y experimentamos sobre apariencias. La luz es invisible per se: su visibilidad resulta un fenómeno de transformación sensible, por el cual únicamente podemos definirla. El éter, como estado material, lo conocemos por manifestaciones secundarias y no pocas veces contradictoria de nuestras propias hipótesis a su respecto. Es algo semejante al reflejo difuso de un foco que no podemos ver, y que corresponde probablemente a estados de materia en transformación como ellos mismos inconcebible. La exploración en los dominios de la atomística permite conjeturarlo sin demasía alguna. Del átomo hemos pasado, efectivamente, al corpúsculo y al magnetón, y se habla ya de otro elemento: el cuantel, que sería el átomo del éter. No obstante, la masa del átomo es tan prodigiosamente pequeña, que su expresión numérica resulta incomprensible, y todavía muy vaga por comparación.