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tezos revelaban toda la paz y tranquique lidad de sus corazones: —Pues, señor, vamos á acostarnos, y mañana será otro día.

En aquel momento oyéronse dos fuertes golpes aplicados á la puerta grande del molino..

El marido y la mujer se miraron sobresaltados.

Era la primera vez que oian llamar á su puerta á semejante hora.

—Voy á ver...—dijo la intrépida navarra, encaminándose hácia la plazoletilla.

¡Quita! ¡Eso me toca á mí!—exclamó el tio Lúcas con tal dignidad, que la seña Frasquita le cedió el paso. ¡Te he dicho que no salgas! añadió luego con dureza, que la molinera queria seguirlo.

Esta obedeció, y se quedó dentro de la viendo casa.

—¿Quién es?—preguntó el tio Lúcas desde en medio de la plazoleta.

—¡La justicia!—contestó una voz al otro lado del porton.