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Y, extendiendo dos dedos, bendijo á la señá Frasquita y despues á los demas circonstantes. & Aquí tiene usia ilustrísima las primicias dijo el corregidor, tomando un racimo de manos de la molinera y presentándoselo cortesmente al obispo. Todavía no habíamos probado las uvas...

El corregidor pronunció estas palabras, dirigiendo de paso una rápida y cínica mirada á la espléndida hermosura de la molinera.

—¡Pues no será porque estén verdes, como las de la fábula! observó el académico.

Las de la fábula—expuso el obispo― no estaban verdes, señor licenciado, sino fuera del alcance de la zorra.

Ni el uno ni el otro habia querido acaso aludir al corregidor; pero ambas frases fueron casualmente tan adecuadas á lo que acababa de suceder allí, que D. Eugenio de Zúñiga se puso livido de cólera, y dijo, besando el anillo del prelado: —Eso es llamarme zorro, señor ilustrísimo.