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hasta que, por último, dijo con el reposado acento propio de los prelados de entonces: —El quinto... pagar diezmos y primicias á la Iglesia de Dios, nos enseña la doctrina cristiana; pero V., señor corregidor, no se contenta con administrar el diezmo, sino que tambien trata de comerse las primicias.

—El señor obispo! —exclamaron los molineros, dejando al corregidor y corriendo á besar el anillo del prelado.

—¡Dios se lo pague á su ilustrísima, por venir á honrar esta pobre choza!—dijo el tio Lúcas, besando el primero, y con el acento de una sincera veneracion.

—¡Qué señor obispo tengo tan hermoso!—exclamó la señá Frasquita, besando despues. ¡Dios lo bendiga y me lo conserve más años que le conservó el suyo á mi Lúcas!

—No sé qué falta puedo hacerte, cuando tú me echas las bendiciones en vez de pedirmelas contestó riéndose el bondadoso pastor.