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¿Me guardará usia rencor?—replicó la navarra zalameramente.

Viendo el corregidor que la severidad le daba buenos resultados, intentó mirar á la señá Frasquita con mucha rabia, pero se encontró con su lentadora risa y sus divinos ojos, en que brillaba la caricia de una súplica, y, derritiéndosele la gacha en el acto, le dijo con un acento baboso, en que se descubria más que nunca la ausencia total de sus dientes v muelas: y —De ti depende, amor mio.

En aquel momento se descolgó de la el tio Lúcasparra