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—No me he hecho nada!—dijo el corregidor, levantándose como pudo.

Y luego añadió por lo bajo, pero de modo que pudiera oirlo la señá Frasquita: —¡Me la pagareis!

—Pues, en cambio, su señoría me ha salvado á mí la vida,—repuso el tio Lúcas, sin moverse de lo alto de la parra.—Figúrate, mujer, que estaba yo aquí sentado contemplando las uvas, cuando me quedé dormido sobre una red de sarmientos y palos que dejaban claros suficientes para que pasase mi cuerpo... Por consiguiente, si la caida de su señoría no me hubiese despertado tan á tiempo, esta tarde me habria yo roto la cabeza contra esas piedras. N —Conque sí... ¿eh?—replicó el corregidor. Pues ¡vaya, hombre! me alegro...

¡Te digo que me alegro mucho de haberme caido! ¡Me la pagarás!—agregó en seguida dirigiéndose á la molinera.

Y pronunció estas palabras con tal expresion de reconcentrada furia, que la señá Frasquita se puso triste.: