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Las medias de D. Eugenio (única parte que, además de los zapatos, dejaba ver de su vestido la extensísima capa de grana) eran blancas, y los zapatos negros, con hebilla de oro. Pero luego que el calor del campo le obligó á desembozarse, vidose que llevaba gran corbata de batista; chupa de sarga de color de tórtola, muy festoneada de ramillos verdes, bordados de realce; calzon corto, negro, de seda; una enorme casaca de la misma estofa que la chupa; espadin con empuñadura de acero; baston con borlas, y un respetable par de guantes (ó quirotecas) de gamuza pajiza, que no se ponia nunca, empuñados por la mitad á guisa de cetro.

El alguacil que seguia á veinto pasos de distancia al señor corregidor se llamaba Garduña, y era la propia estampa de su nombre. Flaco, agilísimo, mirando adelante y atrás, á derecha é izquierda al propio tiempo que andaba; de largo cuello; de diminuto y repugnante rostro, y con dos manos como dos manojos de disciplinas, parecia juntamente un huron en busca de cri-