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liese de la ciudad, á pié, y seguido de un solo alguacil, el ilustre señor corregidor de la misma, quien no podia confundirse con ninguna otra persona ni de dia ni de noche, así por la enormidad de su sombrero de tres picos y por lo vistoso de su capa de grana, como por lo particularísimo de su grotesco donaire...

De la capa de grana y del sombrero de tres picos, son muchas todavia las personas que pudieran hablar con pleno conocimiento de causa. Nosotros, entre ellas, lo mismo que todos los nacidos en aquella ciudad en las postrimerías del reinado del Señor D. Fernando VII, recordamos haber visto colgados de un clavo, en medio de una desmantelada pared, en la ruinosa torre de la casa que habitó su señoría, (torre destinada á la sazou á los infantiles juegos de sus nietos,) aquellas dos prendas anticuadas, aquella capa y aquel sombrero, el negro sombrero encima y la capa roja debajo,—formando una especie de espectro del absolutismo, una especie de sudario del corregidor,