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tas orejas, y muchas sortijas en los va celebrados dedos de sus duras pero limpias manos. Por último, la voz de la señá Frasquita tenia todos los tonos del más extenso y melodioso instrumento, y su carcajada era tan alegre y argentina que parecia un repique de sábado de gloria.

Retratemos ahora al tio Lúcas.