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XXXII.

La fe mueve las montañas.

—Tengan VV. muy buenas noches,pronunció el recien llegado, quitándose cl sombrero de tres picos, y hablando con la boca sumida, como D. Eugenio de Zúñiga.

En seguida se adelantó por el salon, balanceándose en todos sentidos, y fué á besar la mano de la corregidora.

Todos se quedaron estupefactos. El parecido del tio Lúcas con el verdadero corregidor era maravilloso.

Así es que la servidumbre, y hasta el mismo Sr. Juan Lopez, no pudieron contener una carcajada.