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genio. Las mujeres son las depositarias del honor de sus maridos!

—Pues entonces, pregúntele V. á su mujer por el suyoescuchando.

Precisamente nos está La señá Frasquita, que se habia quedado á la puerta del salon, lanzó una especie de rugido.

—Pasc V.. señora, y siéntese...añadió la corregidora, dirigiéndose á la molinera con una dignidad soberana.

Y por su parte, encaminóse al sofá.

La generosa navarra supo comprender desde luego toda la grandeza de la actitud de aquella esposa injuriada... é injuriada acaso doblemente... Así es que, alzándose en el acto á igual altura, dominó sus naturales impetus, y guardó un silencio decoroso. Esto sin contar con que la scñá Frasquita, segura de su inocencia Y de su fuerza, no tenia prisa de defenderse... ¡Teníala, sí, de acusar, y mucha!... pero no ciertamente á la corregidora.—Con quien ella deseaba ajustar cuentas era con el tio