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—¡Dale, bola! ¿No le digo á V. que el señor corregidor vino ántcs de las doce..y que yo lo vi con mis propios ojos encerrarse en las habitaciones de la señora? ¿Se quiere V. divertir conmigo? ¡Pues espere usted y verá lo que le pasa!

Al mismo tiempo se abrió repentinamente la puerta, y una nubo de criados y ministriles, provistos de sendos garrotes, se lanzó sobre los de afuera, exclamando furiosamente: —¡A ver! ¿Dónde está ese que dice que es el corregidor? ¿Dónde está ese chusco?

¿Dónde está ese borracho?

Y se armó un lio de todos los demonios, en medio de la oscuridad, sin que nadie pudiera entenderse, y no dejando de recibir algunos palos el corregidor, Garduña, el Sr. Juan Lopez y Toñuelo.

Era la segunda paliza que le costaba á D. Eugenio su aventura de aquella noche, además del remojon en la acequia del molino.

La señá Frasquita, apartada de aquel laberinto, lloraba por la primera vez en su vida...