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Y llamó con el aldabon dos ó tres veces.

Pasó mucho tiempo, y ni abrieron, ni contestaron.

La seña Frasquita estaba más amarilla que la cera.

El corregidor se habia comido ya todas las uñas de ambas manos.

Nadie decia una palabra.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!... golpes y más golpes á la puerta del corregimiento (aplicados sucesivamente por los dos alguaciles y por el Sr. Juan Lopez)... ¡Y, nada!

¡No respondia nadie! ¡No abrian!... ¡No se movia una mosca!

Sólo se oia el claro rumor de los caños de una fuente que habia en el patio de la casa.

Y de esta manera trascurrian minutos, largos como eternidades.

Al fin, cerca de la una, abrióse un ventanillo del piso segundo, y dijo una voz femenina: —¿Quién?

—Es la voz del ama de leche...—murmuró Garduña.

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