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XXVIII.

¡Ave María purisima! ¡Las doce y media, y sereno!

Así gritaba por las calles de la ciudad quien tenia facultades para tanto, cuando la molinera y el corregidor, cada cual en una de las burras del molino, el Sr. Juan Lopez en su mula, y los dos alguaciles andando, llegaron á la puerta del corregimiento...

La puerta estaba cerrada.

Dijérase que para el Gobierno, lo mismo que para los gobernados, habia concluido todo por aquel dia.

—¡Malo! pensó Garduña.