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XXVI.

Reaccion.

El corregidor seguia en la cama, tal y como acababa de verlo el tio Lúcas por el ojo de la llave.

—¡Qué bien sudo, Garduña! ¡Me he salvado de una enfermedad!—exclamó tan luego como penetró el alguacil en la estancia. ¿Y la señá Frasquita? ¿Has dado con ella? ¿Viene contigo? ¿Ha hablado con la señora?

—La molinera, señor, me engañó como á un pobre hombre, y no se fué á la ciudad, sino al pueblecillo... on busca de su esposo...

¡Perdóneme usia la torpeza!...