nuestras dos burras se reconocieron y se saludaron, mientras que mi Lúcas y yo ni nos saludamos ni nos reconocimos...
—¡Bueno está su Lúcas de V!—replicé el alcalde. En fin, vamos andando, y ya veremos lo que hay que hacer con todos ustedes. ¡Conmigo no se juega! ¡Yo soy el Rey!... Pero no un rey como el que ahora tenemos en Madrid, ó sea en el Pardo, sino como aquel que hubo en Sevilla, á quien llamaban D. Pedro el Crucl. ¡A vor, Manuela! ¡Tráeme el baston, y dile á tu ama que me marcho!.
Obedeció la sirvienta (que era por cierto más buena moza de lo que convenia á la alcaldesa y á la moral), y, como la mulilla del señor Juan Lopez estuviese ya aparcjada, la señá Frasquita y él salieron. para el molino, seguidos del indispensable Toñuelo.