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—El asunto es delicado... Necesito reflexionar. Tengo tiempo para todo...—iba pensando mientras bajaba.

Llegado que hubo á la cocina, sentóse en medio de ella, y ocultó la frente entre las manos.

Así permaneció mucho tiempo, hasta que lo despertó de su cavilacion un leve golpe que sintió en un pić...

Era el trabuco, que se habia deslizado de sus rodillas, y que le hacia aquella especie de seña...

¡No! ¡Te digo que no!—murmuró el tio Lúcas, encarándose con el arma.—No me convienes. Todo el mundo tendria lástima de ellos... y á mí me ahorcarian! ¡Se trata de un corregidor... y matar á un corregidor es todavía en España cosa indisculpable! ¡Dirian que lo maté por infundados celos, y que luego lo desnudé y lo metí en mi cama!... Dirian, además, que maté á mi mujer por simples sospechas... ¡Y me aborcarian! Además, yo habria dado muestras de tener muy poca alma, muy poco talento, si