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chas, al llegar á la puerta del dormitorio (que estaba cerrada), vió que salian algunos rayos de luz por las junturas de las tablas y por el ojo de la llave.

—Aquí están!—volvió á decir.

Y se paró un instante, como para pasar aquel nuevo trago de amargura.

Luego continuó subiendo... hasta llegar á la misma puerta del dormitorio.

Dentro de él no se oia el más leve ruido.

¡Si no hubiera nadie!—le dijo tímidamente la esperanza.

Pero en aquel mismo instante el infeliz oyá toser dentro del cuarto.

Era la tos medio asmática del corregidor.

¡No habia duda posible! ¡No habia tabla de salvacion en aquel naufragio!

El molinero sonrió en las tinieblas de un modo horroroso. ¿Cómo no brillan en la oscuridad semejantes relámpagos? ¿Qué es todo el fuego de las tormentas, comparado que arde á veces en el corazon del con el hombre?

Sin embargo, el tio Lúcas (tal era su