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con hebilla, y hasta el baston, el espadín y los guantes del execrable corregidor!... Lo que allí veía era la hopa de su ignominia, la mortaja de su honra, el sudario de su ventura.

El terrible trabuco seguia en el rincon dos horas antes lo dejó la navarra...

El tio Lúcas dió un salto de tigre y se apoderó de él. Sondeó el cañon con la baen que estaba cargado. Miró la halló que estaba en su lugarqueta, y vió que piedra, y Volvióse entónces bácia la escalera que conducia á la cámara en que habia dormido tantos años con la señá Frasquita, y murmuró sordamente: —¡Allí están!

Avanzó, pues, un paso en aquella direçcion; pero en seguida se detuvo para mirar en torno de sí y ver si álguien lo estaba observando...

Nadie! dijo montalmente. ¡Sólo Dios!... y ese... ha querido esto!

Confirmada así la sentencia, fué á dar otro paso, cuando su errante mirada distinguió un pliego que habia sobre la mesa...