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XVI.

Un ave de mal agüero.

Sigamos por nuestra parte al tio Lúcas.

Ya habian andado un cuarto de legua sin hablar palabra, el molinero subido en la borrica y el alguacil arreándola con su baston de autoridad, cuando divisaron delante de sí, en lo alto de un repecho que hacia el camino, la sombra de un enorme pajarraco que se dirigia hacia ellos.

Aquella sombra se destacó enérgicamente sobre el cielo, esclarecido por la luna, dibujándose en él con tanta precision, que el molinero exclamó en el acto: