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Dile¡Corriente!—exclamó el molinero.que iré mañana.

—Ca! no, señor... Tiene V. que venirse ahora mismo, sin perder un minuto... Es la órden qué me ha dado el señor alcalde.

Hubo un instante de silencio.

Los ojos de la señá Frasquita echaban llamas.

El tio Lúcas no separaba los suyos del suelo, como si buscara alguna cosa.

—Me concederás cuando ménos—exclamó al fin, levantando la cabeza, —el tiempo preciso para ir á la cuadra y aparejar una burra.

¡Qué burra ni que demontre!—replicó el alguacil Cualquiera se anda media legual La noche está muy hermosa, y hace luna...

—Ya he visto que ha salido... Pero yo tengo los piés muy hinchados.

—Pues entonces no perdamos tiempo.

Yo le ayudaré á V. á aparejar la bestia.

Hola! ¡Hola! ¿Temos que me escape?

—Yo no temo nada, tio Lúcas—respon-