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junto al huerto del labriego,
al que vigor le va dando.
Juega en un hoyo. Ondulando
el espinillo acaricia.
Después, riyendo su albricia,
entre el berro se despeña.
Parece un alma que sueña
una projunda delicia.
Sí, Alejo, la serranía
con su aire aromau, mansito,
le va llenar despacito
todo el cuerpo de alegría.
Oirá dondequiera el canto
de los pájaros cantores.
¿Margaritas y otras flores?...
¡Hay por lujo! Es el encanto
de las explanadas donde
tendió su rancho el paisano.
Luego se baña, si quiere,
(porque bañarse es muy sano).
Nos vamos hasta "El segundo
paredón". L'agua es limpita.
Cai un chorro dende lo alto,
y abajo hay una arenita
que le acaricia las carnes
maternalmente.
—¿Esa es
el agua que usted me dice
que da apetito?
—Sí, pues.
—¡El buche voy a llenarme,
si es que hacemos la excursión!