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—Todos los atardeceres,
después que tiré la siesta,
si no estoy comprometido
pa un truco por la cerveza,
me siento en la puerta'e calle...
—¿A recrear la pereza?...
Esa es una buena idea.
—¡Y cómo no lo v'a ser!
Me gusta mirar la tarde
cuando empieza a decrecer
y va poniendo en las sierras
violetas de su verjel.
—¿Y a quien no le gusta, amigo,
las cosas que dan placer?
(Ana María, con el mate).
—Sírvase, Alejo.
—Primero
ofrecele a tu tatita
y alcanzame la masita.
—Pero ¿qué ha hecho, compañero?
Esto nu' es cosa de criollos!
dispense que se lo diga.
¡Andar mateando con bollos!
Se v'a empachar la barriga.
—Sírvase uno.
—¿Yo... jamás!
—¿Mé desprecia lo que brindo?
—Bien, ya que insiste... Lindo
sabor, no?
—Saque más.
—¡Qué esperanza!
—Saque, pues.