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Los que faltan voy a traile.
Yo no vendo con descuento,
pues a mi m'enseñó el fraile
ser con el prójimo atento.
—Sos una buena persona.
Toma, aquí tenés la plata.
—¡Ajajá! Así mi patrona
pondrá la cara de fiesta.
Porque si el níquel no sona,
¿sabe? aunque sea Modesta
se pone al punto chivata.
 (Váse. Aparece Cirilo. Es un chino
melenudo, con el chambergo echado so-
bre un ojo y cuya indolencia parece re-
sultancia del sol amodorrante de la re-
gión).

—¡Hola, compagre!
—¿Qué tal;
cómo le va, ño Cirilo?
—¡Ta digo!... ¡Tengo un estrilo!...
—¿Qué? ¿Le van los asuntos mal?
—Como siempre: los bolsillos.
Y veia, al'allegarme aquí.
pensé ofertar cigarrillos...
¡y diande!
—Aquí hay.
—¡Aura sí!
—Lo he llamao para matear
en la vereda, al fresquito.
—¡Velay! Si ese es mi gustito,
en la sombra descansar.
—Aguarde: aquí hay un banquito,