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VII

LOS STAPLETON DE MERRIPIT HOUSE

La frescura y belleza de la mañana siguiente fueron parte para borrar de nuestro espíritu la impresión gris y siniestra que nos había causado nuestra entrada en Baskerville Hall. Sir Enrique y yo estábamos en el comedor, sentados á la mesa del desayuno, y la luz del sol entraba á torrentes por las ventanas de altos bastidores, sacando al pasar por ellas parches de desteñido color de los escudos de armas que las cubrían. Los zócalos de roble relucían como bronces al reflejar los dorados rayos, y difícilmente se daba uno cuenta de que aquél era en realidad el mismo recinto que había llenado de tristeza nuestro espíritu la noche. anterior.

—Me parece que anoche la culpa era nuestra, y no de la casa dijo el baronet. Estábamos cansados á causa de la jornada y helados por el viaje en coche, y por. esto el sitio nos pareció sombrio.

Ahora nos encontramos bien, más frescos, de modo que todo vuelve á ser alegre.

—Sin embargo, no todo fué simple efecto de la imaginación—le contesté.— Llegó usted á oir, por ejemplo, en medio de la noche á alguien—una mujer, me parece que sollozaba?

—Es curioso! Efectivamente; estaba medio dormido y me pareció oir algo así como usted dice.