con especialidad, todo cuanto se refiera á la laciones entre el joven baronet y sus vecinos, algún detalle nuevo sobre la muerte de sir Car los. He hecho, por mi parte, ciertas investigaciones en estos días, pero creo que los resultados han sido todos negativos. Sólo una cosa es cierta: la de que el señor Jaime Desmond, el heredero mas próximo, es un caballero anciano, de carácter muy simpático, de modo que esta persecución no puede proceder de él, y creo positivamente que podemos eliminarlo por completo de nuestros cálculos. Queda, pues, la gente de que va á estar rodeado sir Enrique Baskerville cuando se encuentre en el páramo.
—No sería conveniente despachar en seguida al matrimonio Barrymore?
—De ninguna manera. No podría cometer usted un error más grande. Si fueran inocentes, les haría usted una cruel injusticia; y si fueran culpables, habríamos perdido toda probabilidad de poder imputarles su delito. No, no; hay que conservarlos en la lista de sospechosos. Aparte de los Barrymore, tenemos un cochero en el Hall, si mal no recuerdo. Tenemos los chacareros del páramo.
Está nuestro amigo, el doctor Mortimer, creo enteramente honrado; y su esposa, de la que quien no sabemos nada. Está el naturalista Stapleton, de Merripit Housse; y su hermana, que según me informan, es una dama llena de atractivos. Está el señor Frankland, de Lafter Hall, también un factor desconocido; y uno ó dos vecinos más. Toda esta gente, Watson, debe ser objeto de un estudio muy especial de parte de usted.
—Haré todo lo que pueda.
—Supongo que lleva armas...