pleno Londres. No me queda más que desearle á usted mejor suerte en Devonshire. Pero no las tengo todas conmigo, al respecto.
—¿Respecto á qué?
—Respecto á que sea usted el que vaya. Es un negocio muy feo, Watson; un negocio muy feo, muy peligroso, y cuanto más lo considero tanto menos me gusta. Sí, mi querido amigo; puede usted reir, pero le doy mi palabra de que me alegraré mucho cuando lo vea volver sano salvo á esta casa.
VI
BASKERVILLE HALL
Sir Enrique Baskerville y el doctor Mortimer estuvieron listos el día señalado; y como había quedado convenido, partimos para Devonshire.
Sherlock Holmes me acompañó en el carruaje hasta la estación, y me dió sus últimas órdenes y sus consejos de despedida.
—No voy á prevenir su espíritu sugiriéndole teorías ó sospechas, Watson—me dijo.—Lo que deseo simplemente es que me comunique los hechos de la manera más amplia posible: yo me encargaré de fundar teorías sobre ellos.
—¿Qué clase de hechos?—pregunté.
—Todo cuanto pueda parecer que tenga algo que ver, aunque sea indirectamente, con el caso;