una mueca.— Qué era lo que tenía que preguntarme, señor?
144 —Ante todo, su nombre y dirección, para el caso de que vuelva á necesitarlo.
—Juan Clayton, calle Turpey, número 3, en el distrito de Borough. Tengo la parada en Shipley's Yard, cerca de la estación Waterloo.
Sherlock Holmes, tomó nota.
—Ahora, Clayton, cuénteme todo lo que se refiera al pasajero que vino á vigilar esta casa esta mañana á las diez, y que después siguió á dos caballeros por la calle de Regent.
El hombre se mostró sorprendido y un tanto perplejo.
— Bah! No ganaría nada con contarle á usted historias, porque parece que usted sabe tanto como yo—dijo.—Aunque la verdad es, que ese señor me dijo que era pesquisante, y que no tenía que decir nada de él á nadie.
—Amigo, este es un asunto muy serio, y le advierto que se pondría en muy mal lugar si tratara de ocultarme algo. ¿Dice usted que su pasajero le dijo que era pesquisante?
—Sí, me dijo eso.
—Cuándo se lo dijo?
—Cuándo me despachó.
& Y le dijo algo más?
—Me dijo cómo se llamaba.
Holmes me dirigió una mirada de triunfo.
—Ah! Le dijo cómo se llamaba, no? ¡Era imprudencia! ¿Y que nombre le dió?
—El nombre—dijo el cochero,—era «Señor Sherlock Holmes.» Nunca he visto á mi amigo tan positivamente confundido como en aquella ocasión, al oir la res-