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se descuiden un poco y sigan jorobando van á saber cuántas son cinco! Ca... ramba! Si no lle1 gan á encontrar el botín perdido les aseguro que va á haber fandango! Sé aguantar las bromas como el mejor, señor Holmes, pero esta vez se han pasado un poco de la raya.

Buscando todavía el botín, eh?

—Sí, señor; y muy resuelto á encontrarlo.

—Pero, ¿no dijo usted que era un botín nuevo amarillo?

—Ese es otro. Ahora se trata de uno viejo y negro.

— Cómo! ¿Quiere usted decir...?

—Lo que quiero decir es esto: Yo no tenía absolutamente más que tres pares en el mundo: el amarillo nuevo, el negro viejo y los dos de charol que tengo puestos. Anoche se llevaron uno de lcs amarillos y hoy me han robado uno de los negros... Vamos á ver, ¿lo ha encontrado ya? ¡Hable, hombre, hable, y no se esté ahí mirando !

Un sirviente alemán, algo agitado, acababa de entrar en escena.

—No, señor; he estado averiguando en todo el hotel, pero nadie ha podido darme la menor noticia.

—Pues bien: ó el botín aparece antes de que el sol se ponga, ó veo al gerente.

—Se encontrará, señor... Le prometo que si el señor tiene un poco de paciencia se encontrará.

—Trate de que sea así, porque ésta será la última cosa que pierda yo en esta cueva de ladrones. Bueno, señor Holmes, discúlpeme que lo esté molestando por semejante bagatela...

—Creo que el asunto vale bien la pena de cualquier molestia.

RUBEN A. ENRIQUEZ